Una leyenda viva
30 de julio de 2011
Roberto Cáceres pasa todos los días de su vida dentro del club. Fue jugador, masajista y entrenador. Hoy no va a la cancha a ver a su querido Alvarado pero es el hincha número uno. Con ustedes… el histórico «negro San Martín».
Es historia en vida dentro del Club Atlético Alvarado. Nacido a pocas cuadras de la institución, Roberto Ernesto Cáceres jugó en las categorías menores hasta llegar a la primera división. Tras el retiro, fue masajista del plantel profesional y hasta llegó a ser el salvavidas del Torito en los momentos difíciles debiéndose calzar el buzo de entrenador.
Pasaron jugadores, técnicos, dirigentes y presidentes. La sede se mudó y el Fortín de Matadero desapareció pero el negro San Martín sigue presente.
Con su simpatía, su rostro risueño y las arrugas que demuestran la marcha del tiempo. Decenas de batallas vividas y su presencia siempre firme en la puerta del club para recibir a cualquier persona que se le ocurra entrar.
Definitivamente es insoslayable su figura y es vital para todo hincha de Alvarado conocer su historia. Es oportuno comenzar, sabiendo cómo fue el bautismo de negro San Martín.
Fue por cruzar un arroyo. Había un señor que se llamaba Francisco que tenía una forrajería que estaba en San Juan y Alvarado y ahí había un arroyo. Con una amigo lo cruzamos hasta Alberti, entonces cuando volvimos me dijo `vos sos San Martín y el otro Perón, expresó Cáceres sobre el nacimiento de su apodo.
A medida que pasaron los días, se fue metiendo cada vez más en el club. Con respecto a sus inicios en el fútbol, contó: Yo me inicié en el fútbol infantil de Alvarado y me dirigía Vicente Faienza. Tenía ocho años y debuté en el piso de deportes como arquero. Ese día atajé tres penales. Después pasé a jugar de `4´ y tenía 15 años cuando jugábamos bien temprano en las inferiores, con mucho frío.
Con 20 años ya jugué en la división B y nuestro técnico era Scaffati. En ese entonces me tocó marcar Ludovico Avio en el estadio San Martìn, que venía de jugar el Mundial ´58 en Suecia. Lo marqué y lo cargaba diciéndole `Victoria´ por consejo de Pacheco y se enojó mucho (risas), agregó con tono alegre.
Luego de desarrollar el servicio militar en Entre Ríos, Roberto Cáceres le dedicó unos años más al fútbol hasta que decidió abandonar la práctica. Sin embargo, no se alejó del deporte más popular del mundo. Cuando me retiro del fútbol, comienzo a ser masajista en el primer plantel de Alvarado y así estuve siempre cercano a los jugadores. Me llevaba muy bien con ellos y especialmente con Julio Crespo que cuando venía a Mar del Plata me llevaba a comer al puerto, explicó.
El correr de los campeonatos, le dio la posibilidad al negro de vivir bien de cerca la única vez que Alvarado jugó en la primera división de AFA. Al respecto, confió: El Nacional ´78 fue todo lindo. Viajamos en avión a Tucumán y recorrimos el país. Junto a Artero, que era el entrenador, estábamos con Dardo Telechea. Recuerdo que contra River, en el Monumental, cuando terminamos el partido le dije a Labruna `decile que me den una camiseta´. Y entonces él le avis a Pedro González, que me dio la 14 (risas).
Más allá de su labor como masajista, atravesó paradas bravas en el equipo. En efecto, en tres ocasiones tuvo que ser el entrenador y dirigir varios partidos.
En referencia a aquellas vivencias, señaló: En el ´89 fue la primera vez que dirigí al equipo. Estaban Julián Barragán, Castro y Álvarez, entre otros. Fueron seis partidos, ganamos cinco y empatamos uno. Después ahí llegó Carlos Montenegro. Y la segunda vez que fui entrenador fue en el Torneo Argentino A del ´96 y la última fue en dupla con Marcelo Marín en el 2001.
Por último, recordó el magro final del campeonato regional de 1992: En la final con Arsenal, cuando estaba en el vestuario haciendo masajes era impresionante el bochinche que había. Pero cuando perdimos fue el peor vestuario que vi en mi vida. Yo tardé diez minutos en irme, salí enseguida y me volví caminando al club.
Hace años que el negro San Martín no va a ver a su querido Alvarado a la cancha. Prefiere resguardarse dentro de su cuarto en la planta baja del club y escucharlo por radio. El destino quiso que no observe el ascenso.
Seguramente le tendrá guardado un regalo mayor de su equipo del alma. Porque él, todavía anhela: Mi sueño es ver a Alvarado jugando arriba del todo.